Si bien el té, debido a que es un alimento deshidratado no tiene caducidad, no es menos cierto que su calidad se deteriora drásticamente si se conserva de forma inadecuada. Un té mal guardado presentará un aspecto desvanecido, sin brillo, con muchas partículas pequeñas y de tamaño irregular. Su infusión será opaca, de aroma deslucido y en boca será plano, pajizo y astringente en exceso. ¿Quieres saber cual es la forma correcta de conservar el té por largo tiempo? te lo explicamos a continuación.
Para prolongar las propiedades, el aroma y el sabor del té deberemos poner barreras a sus cuatro enemigos más importantes: humedad y temperatura altas, olores ajenos y luz.
Humedad
Es quizás una de las mayores amenazas para el té. Debido a su gran capacidad higroscópica, las hojas de té retienen fácilmente la humedad, lo que resulta perjudicial para su correcta conservación y tiene un efecto directo en el sabor y aroma de nuestra infusión. Incluso en algunas regiones de clima tropical o subtropical, puede llegar a producir un enmohecimiento indeseado de las hojas, que sería conveniente prevenir con aparatos deshumidificadores u otras soluciones análogas. En climas menos extremos no es necesario el uso de dichos dispositivos, pero si evitar que las hojas se impregnen de humedad con el uso de los recipientes adecuados.
Olores
Debido a esa misma capacidad higroscópica que comentábamos antes, los olores intensos son un problema para la correcta conservación de las hojas de té. Olores de pescado, cebollas, especias, etc, son especialmente agresivos. Por tanto deberemos alejarlas de esos olores y eventualmente poner barreras para que no los absorban.
Temperatura
El té cuenta entre sus componentes con aceites esenciales y otras sustancias aromáticas, que suelen ser muy volátiles. Las altas temperaturas aceleran de manera importante esa volatilidad. Si además la alta temperatura es constante, comprobaremos como el aroma y la magia de nuestros tés se pierde definitivamente en muy poco tiempo.
Luz
Sorprendentemente para muchos, la luz también tiene una gran incidencia en la calidad del té, haciendo que las hojas se presenten grisáceas y mustias, “quemándolas” de alguna manera y afectando drásticamente al aroma y sabor del té. Por ello, deberemos evitar en todo momento los envases o recipientes transparentes, salvo que sea para un consumo inmediato.
El almacenamiento ideal
Para evitar su envejecimiento prematuro, la solución es el uso de recipientes opacos y herméticos. Las latas o contenedores especiales de té, fabricados en acero, latón o cerámica son los mejores. Estos envases deben guardarse en lugares con temperatura y humedad relativamente bajas y estables y carentes de olores fuertes, por lo que la cocina no es el lugar más adecuado para nuestro surtido particular de tés.
Si disponemos de mucha cantidad de un mismo té, conviene tener un contenedor grande para guardar la mayoría del mismo, trasladando pequeñas cantidades a otra lata más pequeña de la cual nos serviremos para el uso habitual. Es importante que la cantidad de aire de cada contenedor sea la mínima posible. De esta manera optimizaremos la conservación de nuestros tés más preciados.
También es recomendable separar los tés puros de los aromatizados y el uso de un contenedor para cada tipo de té, al objeto de que no se contaminen mutuamente. Incluso llegará un momento en el que consideremos tener un espacio cerrado exclusivo, lejos de fuentes de calor, olores y humedad, para nuestra colección privada de tés.
Si se siguen estas simples recomendaciones, la vida útil de los tés se alarga considerablemente. No obstante no todos envejecen igual, incluso algunos, como muchos vinos, mejoran con el tiempo. Este asunto lo trataremos convenientemente en nuestro próximo artículo.