Uno de los propósitos que nos marcamos durante nuestro viaje de té a China era conocer los lugares más emblemáticos de la producción de té. Por eso elegimos la región de Yunnan, ya que sin duda es la más relevante, y dentro de ella seleccionamos algunas de las áreas de producción más simbólicas.
Después de la magnífica experiencia en la Montaña Sagrada Emei, en la provincia de Sichuan, nos trasladamos por avión a Kunming, la capital de la citada provincia, desde donde partiríamos a varios destinos de té muy interesantes en los siguientes días.
LA MONTAÑA NANNUO
Quizá una de las experiencias más relevantes de todo el viaje fue nuestra visita a Nannuo, una de las 12 montañas famosas de té de Yunnan. Se encuentra en la parte oriental de la prefectura de Xishuangbanna, en el condado de Menghai de la provincia de Yunnan.
Tiene una elevación media de 1400 metros sobre el nivel del mar. Toda la montaña está cubierta de bosques sombreados de bambú verde y otros árboles. Las condiciones ecológicas para el cultivo de té son excelentes, con neblinas muy abundantes gran parte del año. Los árboles de té de la montaña Nannuo suelen ser de porte relativamente grande y de hojas también grandes, y abundan los ejemplares centenarios, entre los que destacan muchos de varios cientos de años y en especial el famoso “Rey de los Árboles de Té”, un ejemplar de más de 800 años de edad, el cual es muy respetado y venerado, existiendo entre muchos amantes del té de toda China y también del extranjero, una floreciente peregrinación para rendirle culto.
La montaña Nannuo contiene grandes áreas dedicadas al cultivo del té desde hace ya mucho tiempo. Su historia se remonta a la dinastía Tang (618-920 DC). Pero aún hoy todavía hay cientos de hectáreas de jardines de té antiguos en la montaña Nannuo.
Es de destacar el profundo respeto que sus habitantes, la mayoría de la etnia Hani, profesan por los árboles en general y en especial los de té. Con excepción de la triste tala de miles de pies de árboles antiguos decretada por el gobierno en la década de los años 30 del pasado siglo, al objeto de renovar la producción y hacerla más productiva, la mayoría de los árboles antiguos han sido respetados y hoy día se encuentran en plena producción.
Es muy habitual que las plantaciones prosperen con métodos tradicionales, libres de abonos de síntesis y pesticidas, donde las familias propietarias asumen todo el proceso, desde la plantación a la producción de tortas de té, pasando por la cosecha y la fermentación de las hojas, como pudimos experimentar nosotros mismos.
LOS TÉS DE LA MONTAÑA NANNUO
Los árboles de té de la variedad Da -Yeh (literalmente ‘hoja grande’) especialmente seleccionados y las condiciones naturales excepcionales producen excelentes variedades de té.
La producción se centra sobre todo en tés Pu-erh, de las variedades Sheng (té crudo) y Shou (maduro), tanto comprimidos en tortas como en hoja suelta, así como algunas variedades de té negro como el Diang Hong, caracterizado por el gran número de brotes dorados, del cual las variedades frescas, elaboradas con los primeras hojas de primavera son verdaderamente sublimes. Lástima que sea un producto de temporada que difícilmente podamos disfrutar, sino es viajando a China.
Pero quizá uno de los más emblemáticos tés de la zona es el té ‘Nannuo Mountain Peacock’, una torta fresca de Pu-erh de 400 gramos, que posee un brillo verde brillante y tiene hojas y brotes que son carnosos, fuertes y tiernos. Cuando se infusiona, el licor de té es de un color amarillo dorado brillante con un sabor fuerte pero suave y refrescante al mismo tiempo. Tiene un kougan (sensación en la boca), agudo y estimula la salivación. El té tiene un aroma fuerte y muy distintivo.
NUESTRA EXPERIENCIA
Unos meses antes, durante la preparación del viaje, nada nos podía indicar que íbamos a vivir la excitante experiencia que os voy a contar a continuación.
El caso es que, debido a las dificultades de contactar desde España con la zona, casi habíamos descartado la posibilidad de concertar una visita en una plantación. Lo que en un principio se planteó como un viaje de profundo conocimiento y estudio del té en origen, parecía que iba a quedar en un mero viaje turístico por una de las zonas más exóticas de China.
Pero una vez más la providencia nos asistió. Se nos ocurrió preguntar al taxista que nos recogió en el aeropuerto si conocía algún campo de té que pudiéramos visitar y nos dijo que no, pero que le preguntaría a un amigo que trabajaba en los campos de té, por si nos podía orientar. Resultó que su amigo era propietario de una pequeña plantación familiar tradicional, de varias generaciones dedicadas al cultivo de té y que nos recibiría con gusto al día siguiente.
Excitados por la buena noticia, nos dirigimos desde la ciudad de Kunming hasta la montaña Nannuo. Durante el trayecto de ida, no parábamos de ver fértiles campos de cultivo, pero solo fue cuando comenzamos a ascender a la montaña cuando divisamos los primeros arbustos de té.
Una vez que llegamos a nuestro destino, fue cuando nos dimos cuenta de la naturaleza desbordante donde estaba enclavada la plantación: extensos bosques de grandes árboles, entre los cuales crecían en armonía los arbustos de té. Todo ello inmerso en una constante y espesa niebla, muy característica de la zona.
Nos recibió amablemente Xiao-er, el propietario de la plantación. Inmediatamente nos ofreció un té de bienvenida y nos impartió una pedagógica explicación de cómo apreciar el té que estábamos tomando. Siempre recordaré ese momento: el sabor dulce y suave de ese magnífico té, pero sobre todo la cálida hospitalidad de nuestro anfitrión, que sin conocernos de nada, nos abrió desinteresadamente las puertas de su casa y nos ofreció su mejor té.
Posteriormente nos ofreció una comida tradicional de la etnia Hani, consistente en verduras locales que jamás antes había probado, y un pollo de piel negra, muy popular en la zona, regado con un licor de arroz muy fuerte, que recordaba al tequila.
Acto seguido, nos fuimos a recorrer la plantación, donde pudimos ver la salud de los árboles de té y el estado incipiente de la producción. Hay que recordar que estábamos en el Pre-Quing Ming (temporada previa a la Fiesta de los Muertos), que es cuando se produce la cosecha más temprana y la más apreciada.
Los ejemplares más jóvenes tenían al menos 100 años y nos llegaban a la cintura, pero había cientos de ellos de 400 años e incluso pudimos ver uno de 600. ¿cuántos kilos de hojas de té habrá regalado durante su existencia este anciano árbol? ¿cuántas tazas de té habrá llenado para saciar la sed de otras tantas personas? ¿qué secretos guardará, impertérrito?…
Durante unos minutos permanecimos callados, contemplándolo, con respeto, admiración y un profundo agradecimiento, emocionados. Mientras tanto, recordaba nuestros queridos y centenarios olivos, también testigos mudos del paso del tiempo, y pensaba que al final quizás no había tanta diferencia entre nuestras dos distantes culturas. Recibiría con gusto a Xiao-er en nuestra tierra para enseñarle nuestros viejos olivos y quedaría gratamente sorprendido por la analogía.
Luego nuestro anfitrión nos invitó a conocer todo el proceso de elaboración en la zona de procesamiento. Allí pudimos constatar que siguen utilizando el método tradicional para elaborar el té, una vez cosechado. Pudimos incluso participar en el proceso, experimentando de primera mano cual es la sensibilidad especial que hay que desarrollar para saber cual es el punto exacto de curado de las hojas. Un arte tan difícil como apasionante.
Seguidamente, nos ofreció un té reconfortante. No se nos agotaban las preguntas, pero si el tiempo.
Cuando nos dimos cuenta, estaba cayendo la tarde: habíamos pasado todo el día con Xiao-er y su familia, conociendo de primera mano todo lo referente a la producción del té Pu-erh de primera calidad. Muy a nuestro pesar, nos despedimos de nuestro ya amigo, deseando que esta jornada no acabara, pero llenos de satisfacción por haber vivido una experiencia tan especial.
Siempre estaremos muy agradecidos a Xiao-er por su entrega y por haber puesto a nuestra disposición toda su sabiduría de corazón, sin ninguna reticencia. Gracias también a Tianyi Liu por haberse ofrecido a acompañarme durante este viaje, y a haber ejercido de intérprete y guía, ya que sin él no hubiera sido posible llegar a estas zonas tan apartadas de la China profunda.